Si los olmos hablaran…

Si hay un árbol que ha vivido de cerca la historia de nuestros pueblos, éste es el olmo.

Hoy, que tan de moda está introducir especies exóticas en los parques y jardines de ciudades y pueblos, podemos decir que el primer árbol ornamental que pobló nuestras plazas, fue el olmo.

Parece ser que fueron los romanos los que introdujeron masivamente en la Península Ibérica nuestro olmo común (Ulmus Minor) por su valor ornamental,  su forraje, la calidad de su madera  y sus propiedades curativas y de sombra. Su madera era considerada la adecuada para las puertas de los templos de la antigua Grecia.

Ya en tiempo de los Reyes Católicos se obligó a plantar uno en cada una de las plazas de los pueblos así como en los linderos de los caminos para dar sombra a los caminantes. Posteriormente, monarcas como Carlos III y Fernando VI refrendaron esta medida.

Son muchos los pueblos que tienen una plaza, calle ó lugar denominado «del olmo». Incluso muchos de nuestros pueblos lo tienen en su nombre: Villar del olmo, Mas del olmo, Aras de los olmos, Olmedilla de Alarcón, Olmeda del  Rey, y así decenas y decenas.

Fue Felipe II el que introdujo una variedad más ornamental, el olmo siberiano (Ulmus Pumila) para adornar nuestros jardines.

Es muy fácil que en las casas de nuestros pueblos, la viguería sea de madera de olmo por su resistencia a la putrefacción. Su madera fue utilizada para construir toneles, prensas, ejes de ruedas, utensilios de cocina y hasta la construcción de barcos.

Lamentablemente, el olmo común ha desaparecido en su mayoría de nuestro entorno rural. Olmos centenarios con troncos huecos en los que jugábamos de pequeños hoy casi han desaparecido debido a una plaga que viene asolándolos desde hace décadas: la grafiosis, un hongo que impide la circulación de la savia y termina por secarlos. Olmedas impenetrables hace apenas 30 años son, en estos momentos, eriales.

Ejemplares de 35 metros de altura y más de 4 metros de diámetro poblaron en su día nuestros pueblos y caminos. Como curiosidad, pueden llegar a transpirar 2000 litros de agua al día, lo que facilitaba la respiración de los animales que trabajaban en norias extrayendo agua de los pozos. Otros usos tradicionales era el uso de sus hojas contra la sarna y en la cura de heridas.

El árbol que en tiempos  fuera símbolo de fertilidad y fecundidad, sobrevive aún hoy en algunas zonas rurales, en especial la especie olmo siberiano que resiste a la grafiosis. Algunos ejemplares emblemáticos:  el Olmo de Navajas (Castellón) que data de 1636, el olmo de Sotomontes plantado en la época de Carlos III o el famoso olmo El Pantalones del Jardín Botánico de Madrid (220 años).

Pero por encima del valor ornamental ó ecológico del olmo, para mi lo más importante es su valor sentimental. No pocos corrillos y mentideros se han organizado en nuestros pueblos a la sombra de estos ejemplares. En la Edad Media, bajo su sombra los jueces impartían justicia. Si algunos de ellos hablaran….

Algunas guías «modernas» de jardinería desaconsejan su uso como árbol ornamental. Qué disparate. Desde nuestras casas rurales, valgan estas líneas para reivindicar el papel que este árbol ha jugado y sigue jugando en nuestra historia.

A un olmo seco (Antonio Machado)

Al olmo viejo, hendido por el rayo
y en su mitad podrido,
con las lluvias de abril y el sol de mayo
algunas hojas verdes le han salido.

¡El olmo centenario en la colina
que lame el Duero! Un musgo amarillento
le mancha la corteza blanquecina
al tronco carcomido y polvoriento.

(…….)

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